Notas |
- http://www.er-saguier.org/obras/gta/Tomo-II/Seccion-A/Cap-1/Apendices/01-APEND-11.pdf
Regidor, Capitán del Regimiento de Voluntarios de Caballería
del Tucumán y agregado al Cuerpo de Arribeños. Nació en Cabrejas del
Pinar en 1748. Casó en primeras nupcias con María Rosa Pariente y
Argañaráz, hija de Francisco Pariente y de Margarita Argañaráz de
Murguía y Abreu de Figueroa; y en segundas nupcias con Isabel
García, hija de Manuel García y Tezetia, y de Gabriela Aráoz y Paz
de Figueroa. Doña Isabel había previamente enviudado dos veces, la
primera de Don Luis Melgarejo, natural del Alto Perú, y la segunda
de Juan Barthelemy y Verdugo
*******************************************
http://www.genealogia.org.ar/Revista_bajar/Genealogia_Revista_22.pdf
Nació Don Manuel Pérez Padilla en 1748 en un pueblito distante
una treintena de kilómetros de la ciudad de Soria: Cabrejas del Pinar.
Augusto Vilgré La Madrid anotó de un expediente del Archivo General
de la Nación que no hemos logrado ubicar, que era hijo de Andrés
Pérez y de Ana de Padilla. El incendio de la iglesia parroquial de
Cabrejas del Pinar durante las guerras napoleónicas nos priva por ahora
de saber más de los antepasados de don Manuel. Su partida de bautismo no está asentada en ninguna iglesia de la ciudad de Soria, según
hemos averiguado, ni en la parroquia de Nuestra Señora del Castillo,
en Calatañazor
(...)
En 1772 Don Manuel está en San Miguel del Tucumán, por ese
entonces ciudad subalterna de la gobernación de Córdoba del Tucumán.
El 9 de octubre de dicho año contrae matrimonio con doña María Rosa
Pariente y Argañarás.
La novia tiene aproximadamente su misma edad, y está al cuidado
de su tía Doña Rosa Argañarás de Murguía, que la ha criado como a
una hija desde que quedara huérfana.
El padre fue don Francisco Pariente, hijo de otro Francisco y de
María García, natural de Puerto Real, Andalucía, y la madre, doña
Margarita Argañarás de Murguía y Abreu de Figueroa, hija a su vez
de don Pedro Argañarás de Murguía y Villafañe y de doña Margarita
Abreu de Figueroa y Vera de Aragón.
(...)
El 1 de enero de 1784 don Manuel Pérez Padilla es electo alcalde de
segundo voto del Cabildo de San Miguel del Tucumán, pasando a serlo
de primer voto en 1786.
En ejercicio del cargo, don Manuel se aplicó a terminar con la
situación que el Cabildo, al salir luego en su defensa, calificó de "calamitosa". Robos, forzamiento de paredes, violencias, raptos y muertes
eran los males que sufrían la pequeña ciudad y su campaña.
En 1785 el Capitán Comandante de Milicias don Manuel Pérez Pa-
dilla, Alcalde de 2
9
Voto, arrestó a los indios Roque Solórzano, Silvestre
Romano y Eugenio Alderete, y los condenó a muerte, como cabecillas
de las "cuadrillas de bandidos" que asolaban la región. A pesar de las
protestas del Protector de Naturales, la pena se ejecutó.
Al obrar en forma tan draconiana, Pérez Padilla contravenía el
auto del 11 de agosto de 1785, por el que la Real Audiencia de Buenos
Aires prohibía ejecutar penas corporales sin previa consulta, y si bien
la disposición no se conocía en Tucumán al tiempo de las detenciones,
existía ya una disposición similar de la Real Audiencia de Charcas.
Pero Pérez Padilla, al desconocer las atribuciones de la Real Audiencia, atrajo sobre sí sus iras, ya que ésta se había propuesto hacer
cumplir la resolución "contra viento y marea", como escribe José M.
Mariluz Urquijo
3
.
El expediente
4
que originó el celo excesivo de Pérez Padilla reviste un interés considerable, para seguir las vicisitudes de nuestro
personaje, por cierto, pero también para admirar la organización judicial de la época hispánica (y para encontrar que en las formas procesales al menos seguimos fieles al modelo de nuestros mayores).
El 3 de abril de 1786 se le comunica al Alcalde la orden de procesamiento. En su morada, Don Manuel "estando en pie y destocado, y habiéndola oído y entendido, la tomó en BUS manos y puso sobre su cabeza, como
a carta y real rescripto de nuestro Rey y Señor natural".
La multa de quinientos pesos se hace efectiva mediante embargo de
bienes. El afectado aduce "la total falta de medios que me asiste para oblar
la referida multa, porque habiendo sido de poca cuantía los míos propios,
éstos los he consumido en los dos años que ejerzo la vara de Alcalde ordinario", y que los bienes de su esposa son "muy escasos".
El mandamiento de embargo nos revela que, efectivamente, eran pocos
los bienes: la vivienda constaba de una sala de diez varas con una ventana
y tres puertas, "la principal que cae al aposento" y otra que tiene con
puerta a la calle, y un cuartito debajo del corredor, todo techado de teja
y tablas y en el patio interior una media agua de teja que sirve de cocina,
y una quinta con diferentes árboles frutales, un mulato esclavo llamado
Simón (16 años), una muía tilla llamada Francisca (8 años), una docena
de taburetes usados, una mesa de dos varas de largo con pies torneados,
con dos cajones, otra chica, llana, usada; otra igual de dos varas de largo,
usada, cuatro cajas de diferentes tamaños, tres con cerradura y una sin ella.
De inmediato se intenta el levantamiento de la medida: "Doña María
Rosa Pariente, vecina de esta ciudad, mujer legítima del Capitán Comandante de Milicias don Manuel Pérez Padilla" se presenta acompañando el
testamento de su tía, fechado el 28 de septiembre de 1777. La causante dice
ser viuda de don Manuel Alberti, nombra albacea a "mi sobrino don Ma-
nuel Pérez Padilla" e instituye herederas a sus dos sobrinas, María Rosa
y JuBta. A la primera le corresponde el esclavo Simón "y el sitio donde
tengo mi casa, lo que hace de la puerta de la calle hasta la esquina, con
todo el fondo de Oriente a Poniente". A la hija de María Rosa, de nombre
Ricarda, le lega "una mulatilla de pecho llamada María Francisca".
Las actuaciones siguen en Buenos Aires, a donde Pérez Padilla es emplazado a concurrir en calidad de detenido. El 28 de junio de 1786 efectúa
su declaración y en ella "dijo llamarse Manuel Pérez Padilla, natural de
Cabrejas del Pinar, en Castilla la Vieja, de 38 años de edad, casado en la
ciudad de San Miguel del Tucumán, de ejercicio comerciante".
José M. Mariluz Urquijo escribe: "Pérez Padilla, castellano recio y sin
dobleces, casi no se defendió; la lectura de sus declaraciones revela el asombro que sentía al ser tratado tan duramente por haber cumplido con lo
que él creía su deber, y descubre sin tapujos la informalidad de la administración de justicia en el interior. Con toda ingenuidad confiesa que a
los indioB que envió a los fuertes no les siguió causa "por ser notorios sus
vicios y defectos y aberlos destinado allí por el limitado tiempo de seis
años el que m á s . . . y no Ber regular en aquel país acerse autos para estas
condenaciones en unos sugetos de suio malos, como lo heran aquellos y de la
clase de Mulatos e Indios". Y prosigue el Dr. Mariluz: "Por la boca de Pérez
Padilla parecen quejarse todos los jueces del Virreinato, que acostumbrados
a no tener otra guía que la de su conciencia, se resisten a aceptar sin protestas el nuevo régimen que les impone la Audiencia".
Entretanto se movilizan las fuerzas más representativas de Tucumán.
El Procurador General, Capitán de Milicias Juan Francisco del Prado y
Revueltas expresa que "el Alcalde se ha hecho temible y respetable por las
bien fundadas providencias que ha dado desde su ingreso a la vara de segundo voto", el Cabildo pide que se le restituya al ejercicio de su empleo,
con el honor a que es acreedor por los distinguidos servicios que ha hecho
a Su Majestad y en obsequio de la Patria, los Curas Rectores hablan de
"la conducta arreglada, el celo y cuidado con que ha ejercido su oficio el
Alcalde" y los vecinos principales se exaltan al decir que "el infatigable
y continuo desvelo" de Pérez Padilla "es nuestro descanso y reparo" y califican de "heroicos" BUS procedimientos. En fin, es el propio Gobernador
Intendente, Don Andrés Mestre, quien en nota al Virrey, Marqués de Loreto, pide "dispense su protección en favor de un juez celoso, activo y
constante en la administración de Justicia, de la que hallo satisfecho".
El 9 de octubre de 1786 recae una sentencia comparativamente leve, con
relación a las medidas iniciales: la multa es de cien pesos con la accesoria
de inhabilitación por dos años.
-Noticias de B u e n o s A i r e s. . .
En 1806 encontramos a don Manuel como "rematador de diezmos
del Curato de Monteros
5
. Como tal entabla juicio contra el Prior del
Colegio de Jesús del Monte de Los Lules, que se resistía, invocando
privilegios papales y reales, a abonar los diezmos de grano y ganado.
Las noticias de Buenos Aires, donde han desembarcado los ingleses,
llevan a don Manuel a designar a don Pedro Antonio de Zavalía como
su apoderado. El pleito sigue varios años y finalmente la sentencia
favoreció a Pérez Padilla contra los hijos de Santo Domingo.
Ante la invasión, el virrey Sobremonte solicitó auxilio a las ciudades del interior. En San Miguel del Tucumán, escribe Vicente D. Sierra
6
, "el fervor patriótico tuvo expresiones emocionantes". La primera
compañía que salió hacia la capital virreinal era comandada por don
José Ignacio de Garmendia. Tras ella, salieron otras dos. Una llevaba
a su frente al vizcaíno don Salvador de Alberdi, y la otra a nuestro
Pérez Padilla, y se integraban con ochenta plazas cada una, aparte de
la oficialidad.
El 4 de septiembre de 1804 el rey don Carlos IV había concedido
la agregación en el Regimiento de Milicias Disciplinadas de Caballería
del Tucumán a don Manuel Pérez Padilla, Capitán de las antiguas Milicias del mismo destino
7
.
En 1807 don Manuel seguía en Buenos Aires "en el Real servicio,
agregado al cuerpo de Arribeños" según leemos en el poder que le
otorga don Miguel Pérez Padilla, quien hará valer "que su Padre es
Capitán con Real nombramiento".
Por fallecimiento de don Juan Silvestre de Heza y Helguero, designado en 1803, el virrey Liniers confiere a Pérez Padilla el cargo de
Comandante interino del escuadrón de Caballería de las Milicias ya
que "conviene proveerlo en persona de conocido valor, conducta y aplicación".
Entretanto llegó el año 1810. El 11 de junio la campana llamó a
Cabildo Abierto. Apenas quince días antes, Buenos Aires había sido
protagonista de la jornada memorable del 25 de mayo.
Don Manuel Pérez Padilla, comandante de milicias, está entre la
concurrencia de cabildantes, funcionarios, militares, clérigos y vecinos
distinguidos. Su hijo Miguel preside en ausencia del Alcalde de 1er.
voto
8
. Cerca suyo está don Salvador de Alberdi e imaginamos que ambos,
nacidos en tierra española, que habían corrido a Buenos Aires para ayudarla a libertarse del invasor, sentían al unísono la esperanza, quizás
apenas avizorada, de los nuevos tiempos de la Patria.
Desde Córdoba, el general Francisco Antonio Ortiz de Ocampo se
dirige al Comandante de Armas de Tucumán, don Manuel Pérez Padilla, encargándole prepararle doscientos hombres "de buena talla" para
incorporar como alabarderos a la fuerza expedicionaria. Ricardo Jaimes
Freyre narra que "toda la juventud de Tucumán acudió a alistarse. Fue
necesario contener este desbordamiento de entusiasmo, limitándose los
jefes militares a la cifra de doscientos hombres fijada por la Junta
de Buenos Aires".
El 3 de octubre de 1810, el Comandante de Armas hizo formar 600
hombres del regimiento a sus órdenes a lo largo de la calle Ancha de
San Miguel del Tucumán. La pequeña ciudad se disponía a brindar
una acogida triunfal a don Juan José Castelli, vocal de la Junta de
Gobierno. Su llegada fue a caballo, envuelto en un poncho norteño y
tras saludar a la comisión de recepción subió a un coche sin capota,
con guirnaldas de flores. Lo acompañaban Pérez Padilla, el Dr. Manuel Felipe Molina y don Clemente de Zavaleta, y eran precedidos por
una orquesta de guitarras, violín y caja. Así se dirigieron a la Plaza
Mayor entre arcos triunfales y una lluvia de flores ("Un viaje a
caballo desde Buenos Aires a Tucumán en el año 1810. Recepción tributada por el pueblo tucumano al Dr. Juan José Castelli", por Rafael
Cano, La Nación, 19-12-1937).
El Cabildo, por resolución del 20 de diciembre de 1810, respondió
favorablemente a la petición de don Manuel de la merced de "un solar
para poblar de los que tiene la ciudad en los extramuros", fundado en
"los distinguidos servicios y méritos que tiene contraídos en beneficio
de esta Ciudad" (Archivo del Dr. E. E. Padilla).
Todavía en 1811 Pérez Padilla aparece como comandante del primer escuadrón de caballería, formado por personas de distinción de
Tucumán, reemplazándolo como comandante de armas de Tucumán el
Dr. Domingo García.
(...)
Don Manuel falleció —según tradición recogida por don Ernesto
E. Padilla— en 1825 a los 77 años de edad. No hay rastros de testamento, y en efecto, no parece que tal solemnidad haya sido necesaria
(...)
Hijos de don Manuel Pérez Padilla y de doña María Rosa
Pariente y Argañarás de Murguía
1.-Miguel Gregorio, falleció soltero en 1808.
2. - Miguel Andrés, que sigue.
3.-Manuela Ricarda, n. 1774 y fallecida en 1850. Casó: l
1
? con
José Lorenzo García de Valdés y 2
9
con don José Santiago Maciel
y Men dieta.
4.-Ramona Francisca Paula Josefa Gabriela, n. el 6-9-1784 (Cat.
1^5, F? lOv) y fallecida el 18-11-1784 (L* 4, F° l l v ).
5.-Manuel Miguel, b. el 1-10-1785, de 7 días
6.-Juana Rosa, b. el 31[sic]-5-1788 (L? 5, F9 35v), fallecida el 4-6-
1789 (Ifi 4, F*37v).
7. - Florencia, falleció soltera
|