Notas |
- 1843-01-17 Rafaela Maria de la Luz Epifania, Ybarra, Arambarri Gabriel Maria, Ybarra, Gutierrez Cabiadez Maria Rosario, Arambarri, Mancebo Bilbao
Rafaela nació en Bilbao el 16 de enero de 1843. Fue bautizada al siguiente día en la Basílica de Santiago el Mayor y le pusieron los nombres de Rafaela María de la luz y Estefanía. Fueron sus padres Gabriel María de Ybarra y doña María del Rosario Arrambarri y Mancebo.
Recibió sacramento de la confirmación el día 22 de mayo 1844 y a los 11 años hizo su primera comunión, con mucho “fervor y consuelo”, como afirma la misma beata en sus apuntes espirituales.
En un colegio particular de Bilbao realizó sus primeros estudios que completó en un colegio de Bayona, Francia. En los años de su infancia y adolescencia comienza dibujarse en ella los rasgos salientes de su personalidad alegre, inteligente y expresiva. De genio vivo, supo desde niña dominar sus impulsos, distinguiéndose pronto por su carácter bondadoso, apacible.
A los 18 años contrajo matrimonio con don José Vilallonga, perteneciente a una familia catalana. Durante los 15 primeros años de casada fue su vida íntima silenciosa, consagrada totalmente a su esposo, a sus hijos, a los cinco sobrinos, huérfanos de su hermana a quienes adoptó como verdaderos, hijos, a sus ancianos padres y a toda la numerosa familia. Tuvo siete hijos a quienes educó cristianamente.
En mayo de 1898 fallece su esposo que entrega a Dios una vida llena de merecimientos. Pero ella ya no iba a poder realizar el deseo de ingresar en su propio Instituto, debido a sus obligaciones familiares.
Entretanto su Obra se consolida y robustece, como henchida por el pujante espíritu de sus fundadora. Sigue trabajando con intensidad, esperando con entusiasmo el momento de incorporarse a su comunidad.
Pero eran otros los designios de Dios. El 26 de diciembre de 1899 se sintió enferma vio a acercarse su fin y lo aceptó y deseó con la paz y serenidad con que había vivido. El 14 de enero de 1900 escribió a las religiosas su última carta, verdadero testamento espiritual en el que condensaba su propio espíritu y aprovechó las cortas treguas de su enfermedad para dejar asegurada en el aspecto legal su querida fundación de los Angeles Custodios.
Al acercarse sus últimos momentos quiso despedirse de todos, con frases de cariño y aliento. El es día 22 de febrero, a las cuatro de la tarde oyó con íntimo gozo de su espíritu la recomendación del alma que le leyó su director espiritual y renovó los votos que tenía ofrecidos, desde hacía tantos años. Poco después entregaba en agonía y en la madrugada del día 23 se unió definitivamente con Dios.
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